La Dama Tapada
Hace mucho tiempo en la ciudad de Guayaquil se decía que existe un fantasma que persigue a los mujeriegos, que va vestido de negro y lleva cubierta la cabeza con una mantilla, velo o pañolón de largos flecos que se caracteriza por su elegancia y figura encantadora.
Esta leyenda narra que cuando este fantasma pasaba por alado de alguien, a su paso dejaba un oloroso perfume de nardos o violetas, lo que despertaba el interés de los trasnochadores que querían seguirla y conocerla.
Pero todos aquellos que iban tras de su paso no podían acercarse más de un metro de distancia, porque ella nunca se dejaba alcanzar por su caminar ligero.
Los caballeros que la veían entraban en una especie de hipnosis y empezaban a seguirla sin importar a donde ella vaya.
Una vez que llegaban a la altura del Cementerio General, la dama se detenía, giraba sobre sí misma y descubría del velo un hermoso rostro y decía estás palabras: “Ya me ve usted como soy. Ahora, si quiere seguirme, sígame”.
Luego, el rostro se iba descomponiendo en segundos en una calavera y el pecho empezaba a arderle en llamas, quedando muy impactados. Es por eso que cuentan que los que han presenciado esta visión quedan paralizados, locos o muertos. Mientras ella sigue su camino hasta desaparecer finalmente.
Esta mujer que es todo un mito en la ciudad se aparecía a la altura del cementerio antiguo, Boca del Pozo, al bajar de la iglesia de Santo Domingo.